FLORENTINO, ZIDANE Y LA RUINA DE MR. HAMBURGUESA ALUMINIO (HAZARD)

Hay frustración, desesperación y complejo de que el Real Madrid es como un enorme trasatlántico a la deriva, en medio de un océano de sargazos.

La sensación de que en plena pandemia, en la superlativa crisis, Florentino Pérez ha huido hacia adelante en los fastos de un imponente estadio para su mayor gloria y se haya convertido en un desgraciado rehén de los caprichos de de su empleado monsieur Zidane, que es todo menos que un racional entrenador, sacudido, atenazado por su egocentrismo rayano en la enfermedad.

Hasta el punto de que Pérez y su valido Sanchez han tenido que regalar a James al Everton y a Bale al Tottenham por orden del tirano napoleónico Zidane, al que no les gustaban sus caras.

Simplemente, porque le demostraban que prevaricaba al hundirlos, humillarlos y quedarse con fenómenos como Lucas Vázquez, Isco, un «tronco» llamado Jovic, un mediocre Borja, y la decrepitud de Marcelo y Modric. Todo ellos por los sentimientos parecidos a los de un capo de la Unione Corsé marsellesa, pero en plan futbolístico.

Pero los disparates de los gustos de Zidane han llegado hasta regalar a precio de ganga dos laterales disparados como de los mejores del mundo, como Achraf y Reguilón. Todo porque no le gustan sus caras desde los tiempos de su desastre particular en el Castilla. Por no hablar del caso Ceballos, patético para Zidane, que se atrevió a responderle delante de la plantilla en una ocasión.

Hasta llegar al paroxismo, más infame de los casos de Zidane. Su imposición para fichar a Hazard, cuando hasta un memo -¿para que están los periodistas?- se sabía que estaba más que cojo, el “mister aluminium” como le llamaban los periódicos ingleses.

Pero Zidane, habla francés y no inglés.

Ahora son más de cien millones tirados a la basura por su los bemoles de “monsieur”, cuando Hazard no puede salir a flote, prisionero de su tobillo y de la hamburguesas. Caso patético.

Al madridista sólo le queda la esperanza de que Florentino se despierte de su letargo y vuelva a sumir el principio de que un club y máxime un club de la historia del Real Madrid no puede estar en manos de un megalómano, que impone quien debe jugar  quien no en el Real Madrid.

Se supone que un entrenador tiene que trabajar y obedecer con lo que un club le puede exigir por razones presupuestarias, razonables y sinceras. Pero Zidane, al salvarle el cuello hace menos de un año a Pérez, le tiene totalmente secuestrado.

 

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