El Barcelona ha quedado enfermo por el trastorno que le produjo su derrota ante el Real Madrid. Se le han presentado a este «equipo invencible» todo tipo de manifestaciones neuróticas, fobias, complejo de hipocondríaco. Y lo peor: la ansiedad.
Ese miedo neurótico al fracaso provocó en Anoeta un juego de ansiedad, de estúpida aceleración, una velocidad por la búsqueda del gol que parecía que no iba a llegar nunca. Messi jugaba andando. Quien diga que Neymar es un genio es un mendrugo como analista del fútbol. Sin los goles de Suárez, este Barcelona es una tortuga con posesión de pelota, pero a ritmo tan desesperante que cualquier equipo que corre le deja en su peculiar teología del vaciedad.
Esa neurosis de angustia por el temor al fracaso se refleja hasta en el subconsciente de muchos jugadores. Por si fuera poco, el inútil técnico que es Luis Enrique es siempre incapaz de aportar soluciones tácticas, inteligentes o que desplacen el miedo al fracaso. Al revés, provoca ese «grito» de desesperación, al estilo de Munich. Luis Enrique es el moderno doctor Frankenstein.
La única solución que aportó Luis Enrique fue sacar a los tres titulares que había dejado en el banquillo. Era un reconocimiento a su mediocridad. Una alegoría al fracaso. Si sabía que Anoeta era un trauma, ¿por qué no lo consideró desde un principio?
El Atlético de Madrid, que fue solvente, incisivo y letal en Barcelona, con un recuperado Torres, puede acabar definitivamente con este Barça majestuoso, sólo jaleado por el independentismo falaz. Lo único que se ha demostrado claramente es que el Barça no es invencible ni siquiera intocable. El Atlético tiene el miércoles, en su mano, dejarle sin Champions y ponerlo al borde del KO, incluso en la Liga. El Atlético de Simeone puede ser otra vez el verdugo que mató al ínclito Tata Martino.
El Madrid no pienso que pueda ser el otro aspirante al título liguero. Se encuentra todavía en su propia hipnosis freudiana y demasiado tiene con su asignatura alemana. Otra vez he visto al Wolfsburgo, esta vez, con el Maguncia, sin Draxler. Me volvió a parecer una cosa indecente como equipo. No tiene nada de calidad. Pero con la la «guerra de los mundos» que le ha preparado Orson Zidane, no sé si le da suficiente.
Quisiera denunciar el egocentrismo, el absoluto desprecio por el sentido de equipo de Cristiano Ronaldo, que se empeñó en jugar sólo para engrosar su cuenta, sus récords, sus narcisismo ante un pobre Eibar. ¿Y si se hubiera lesionado? Le importa un pito. Hasta Zidane se lo pidió mediada la segunda parte y le dijo que no, que sus goles eran lo importante. Es de bellaco futbolístico. Zidane es otro que traga con su insolencia.
Los comentarios están cerrados.