DESLUMBRANTE LOPETEGUI

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La primera acción de Lopetegui me deslumbró. Viajó a Oporto y extirpó el tumor grave de la selección: el nefasto Casillas. Me sorprendió su acción, porque había sido el responsable de la llegada del marchito meta a su equipo de aquellos días. ¡Cuanto se debió de flagelar por tamaño error, que incluso le costó el puesto!.

Ante la sorpresa general, los nombres de su primera selección eran inapelables. Una inteligente mezcla de savia nueva y también vieja presión sanguínea, de una gran campeón del mundo.

Todavía me deslumbro más con la elección de su primer equipo titular. Increíble, perfecto. La defensa era más fácil, pero el centro del campo con Thiago y Koke era la elección definitiva. Y aún más sorprendente el ataque con un impresionante Vitolo, que hacía olvidar al mismísimo Lucas Vazquez. Aderezado, con el salvaje, bestial, maravilloso lance de Silva.

Pero nadie es perfecto. Se equivocó con Morata. Fue salir Diego Costa y la selección cambió del ámbar al rojo más eléctrico. Soberbio Diego Costa. Morata  se ha amanerado en el fútbol italiano. Siempre juega de espaldas. Nunca de frente, como si estuviera condenado a retener el balón hasta que lleguen compañeros. Ni el Madrid ni la selección juegan como la Juve. No, no me gusta nada el Morata italianizado.

Desde la aparición de Costa, llegó el gol de Silva  y el increíble juego de una selección con maravillosa  la velocidad de balón y terrible sentido vertical. Con Carvajal de “superstar”, con Vitolo increíble y con Silva, que dejaba a Hazard como un mala estrella. Por no hablar del pusilánime De Bruyne.

Es posible que la “nueva Bélgica” de Roberto Martínez, que nunca me gustó como técnico, ni en los mejores tiempos de su Everton, diera toda clase de facilidades. Pero hasta Courtois, el mejor portero del mundo, hizo el ridículo. Y la selección belga parecía un equipo de segunda. Quizá, porque Thiago, Busquets y Koke ejercieron de amos absolutos del debut de Lopetegui, el “tapado” de Villar.

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Quizá se me haya olvidado de lo malo que era el marqués, con aquel estrambótico equipo, con dos tapones, una velocidad de juego lentísima y aquella sórdida ofensiva. Lopetegui juega como Guardiola. Por lo menos, lo imita. Un 4-3-3, pero con la importancia de volver a tener el balón cuando se pierde. La rotación de sangre en la arteria coronaria de la selección, como cualquier tejido del cuerpo necesita sangre rica de oxígeno. Lopetegui se la ha dado. Le pido perdón, porque sus primeros pasos han sido deslumbrantes, ante mi rácana y mediocre respuesta, tras su nombramiento.

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