Era malo, malo, tan malo el Basilea que incluso aparecieron las brujas de IIlarramendi y no pasó nada. Y, eureka, hasta Benzema hizo un gol, pero en el minuto 80. Y se equivocó por poco.
Benzema celebra su tanto ante el Basilea. | Afp
Del Basilea de la temporada anterior que ganó al Chelsea de Mou en dos ocasiones no quedan ni las raspas. El estado actual del equipo suizo es tan soso como el propio Paulo Sosa. Es como un Segunda B español que ni sabe cerrar la cobertura, ni presiona, ni mete la pierna nunca y, encima, marca en zonas, con un portero tan horrible, que hasta Nacho se equivocó en un centro y fue el primero en abrir la lata.
Ancelotti, erre que erre, mantiene un centro del campo inocuo con dos medias puntas y un medio tan ofensivo como Kroos. Así que a la primera que le dispararon a puerta al pobre y asustado Casillas, el balón fue hacia dentro. Pero al equipo de las drogas ya le habían metido cuatro.
Y es que en Basilea se encuentra Novartis, una de las industrias farmacéuticas de "Bâle", tal como se dice la ciudad en francés, que producen una de las drogas más famosas por su poder antipsicótico. Perfecto para los enfermos bipolares. Una pastilla que necesitaba el Real Madrid como la de un enfermo en fase grave, en este comienzo de su camino a la Undécima. Así que la medicina curó al equipo bipolar y volvió a ser el de las goleadas. Gracias, "Bâle".
Me cuentan que Ancelotti está realizando un doble juego. Hasta puede ser triple. Nunca lo dirá, pero está muy dolido con el presidente. Hasta el punto que el otro día pensó en la dimisión. Al menos, hizo un amago. ¿Quiere que le echen?
No hace falta que dimita. Casillas acabará con el técnico italiano y, a continuación, su próxima víctima será el presidente. Su última víctima fue la de ayer, la de su querido enemigo Arbeloa, el que le lesionó en Valencia, el amigo de Mourinho. Casillas ha acabado con el último reducto de Mourinho. En cualquier caso, Arbeloa se quiere ir y Ancelotti lo sabe.
Ni con esta goleada, veo solución al esquema táctico y posicional de un equipo que se rompe constantemente con Modric y James, hasta el punto que los segundos tiempos son como auténticas autopistas de mediocridad. Casillas salvó una y otra también se la tragó y dio en el poste. El Basilea era otra cosa, porque el Madrid se había perdido repetidas veces. Fue entonces cuando aparecieron las brujas de Illarramendi y el gol del gato, que sigue triste y azul, como la canción de Roberto Carlos.
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