Cualquier técnico con ánimo de estratega se ríe tácticamente del ínclito Carletto. Otra lección táctica, esta vez a cargo de un entrenador muy técnico como Djukic. Es vergonzoso, patético y condena sin compasión a un entrenador como Ancelotti, que vino al Real Madrid a jubilarse con una estrategia muy estudiada de ser colaboracionista con la prensa, una política laxa con los jugadores para que se autogestionen y una cara de pacificador, amable e hipócrita. Pero de trabajar en estrategia, en los entrenamientos, nada de nada. Eso se queda para los jóvenes entrenadores.
Ancelotti se salvó del horror, del desastre, incluso en el resultado por un Arcángel llamado Bale. Siempre aparece un salvador en los últimos suspiros, como cuando apareció Ramos cuando el italiano ya estaba fuera del Real Madrid. Por cierto, ¿por cuánto quiere renovar Ramos tras sus últimas actuaciones?
Cristiano Ronaldo, en el momento de su expulsión. | Efe
Es sintomático que siempre ocurra. Queden los minutos que queden. Cuando desaparece Ronaldo, Bale se echa todo el peso ofensivo del equipo. Bale provocó la falta en una ambiciosa incursión camino del área. Tiró magníficamente el golpe franco y sólo un brazo desvió la trayectoria hacia el gol. Y, finalmente, marcó el penalti con solvencia. No se puede trabajar más un gol. Desde el principio hasta el final. Hasta en tres etapas. Pero, posiblemente, Bale lo tenía que sudar con sangre, porque fue a un minuto del final y vencer en un partido que el Real Madrid nunca mereció ganar. El Córdoba hizo un soberbio, sorprendente y brillante lance. Nunca quitó la cara al partido y no tuvo suerte en un par de jugadas, como aquella del larguero.
La crisis del Madrid es evidente. Ancelotti en más de temporada y media todavía no ha sido capaz de formar un conjunto, un sistema de juego, una estrategia clara en el terreno de juego. Lo peor es que el equipo juega fatal, horrible. Mal posicionado, Ahora le traen nuevos jugadores. ¿Los pide Ancelotti? No, no lo creo, pero se deja querer para desviar la atención.
En un grado más de su ineptitud, Ancelotti le echó la culpa a Khedira, pero con Illarra perdió aun más absolutamente el centro del campo y quedó al borde del naufragio. Cada día que pasa, James me parece una castaña o un pichurria futbolístico como se dice en su tierra.
Me he dejado para el final el capítulo Ronaldo. Antes de que le expulsaran ya había agredido al barbudo Crespo. Luego, remató a Edimar Fraga, con una patada que merece tanto castigo y tanto desprecio como en aquella agresión de Pepe a Casquero. Es imperdonable, nefasta y merece un castigo ejemplar. No se puede prolongar su baja forma con agresión tras agresión a sus rivales. Un sentido fatuo, jactancioso y petulante, que tuvo encima un epílogo vergonzoso camino del vestuario y que daña la imagen del Real Madrid irreparablemente hasta grados superlativos. Me refiero a esas caricias al escudo de ganador del Mundialito. Con gestos tan de desprecio al adversario, jamás la gente querrá a Ronaldo, salvo los forofos madridistas. El daño al Madrid es casi más insoportable que la soberbia por sus Balones de Oro. Más dura será su caída. Pero nadie le dirá nada. Eso es lo peor. Ni Ancelotti ni Florentino ni los capitanes ni nadie. Es el nuevo puto amo del Madrid, parafraseando a Guardiola.
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