INGLATERRA | 1 | 1 | ITALIA |
Italia ridiculizó a Inglaterra en el propio Wembley. Fue mejor táctica, técnicamente y no ganó el partido antes de los penaltis, porque el miedo inglés fue más poderoso que la ambición italiana. Inglaterra fue un un osito de peluche de Harrods, temeroso, inerte ante el mejor juego italiano, con ese maravilloso jugador que es Chiesa.
Pero el fútbol tiene razón. Y que un inglés juegue a la ruleta rusa con un italiano es un despropósito y una estupidez, porque consagrar la esperanza del estilo Thatcher a los penaltis ante Donaruma, un portero maravilloso, era ir hacia los precipicios de Calais.
Se ha secuestrado la idea de que el dinero inglés de ese personaje ridículo de la “comedia de las comadres” como Boris Johnson podría darle un título europeo justo en el año del Brexit.
Preparaban el ridículo de la comunidad europea con un título del Brexit en el mismísmo Wembley. La caza del zorro rojo absurda, porque era un zorro “azzurro”.
Jugadores como Donaruma, Bonnucci, Verrati, Insigne, Jorginho o Chiesa son simplemente superiores a al eléctrico de apagones como Sterling, obsesionado con conquistar un penalti, un cansado Keane, tras la zurra le le pegó Mourinho en el Tottenham y dos postes telegráficos más que centrales como Stones y Maguire, sacados de una novela de Dickens.
Inglaterra se encontró con un gol de carambola cuando Trippier centró para Keane. Todos fueron para el supuesto ariete y se olvidaron del lateral de United, Lew Shaw, que tiene excelente técnica.
Italia, deprimida como en una historia de Dante, fue como una góndola veneciana a la deriva, durante unos quince minutos, porque el gol simplemente les originó un lavado de cerebro en sus percepciones familiares respecto al partido.
Pero Verrati y Valera resucitaron. Insigne parecía el cuerno del infierno napolitano, Chiesa volvía locos a propios y extraños. Italia parecía cantar con Rita Pavone si “yo tuviera un martillo…” .
En cien minutos de juego no pegaron el martillazo. Y el gol del empate vino precedido de dos penaltis y un rebote. Excesivo esfuerzo para un sofisticado empate. La prórroga fue la mayor vergüenza de Inglaterra, arrugada, escondida, corriendo como el pobre zorro de la las desaparecidas cacerías inglesas para que los perros no pudieran atraparle.
Una patética rubia Albion o más bien negra, que acabó con la burrada absolutamente ignominiosa de Southgate – que extraño apellido- para sacar a Rashford y Sancho para lanzar penaltis. Rashford siempre se ha creído que su su personalidad es superior a su calidad y Sancho, es el “panoli” que Donaruma esperaba para los penaltis.
«Ciao Londra” y “vade merda inglesa”. Así es el calcio cuando se enfrenta al “football”. Boris padecerá esa noche, como todo el país, de pesadillas de un fracasado cazador al que se le escapó vergonzosamente el zorro.
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