Antoine Griezmann me recuerda a la sencillez, el héroe sin vedetismo, como el dubitativo Antoine Doinel, que se inventó Truffaut para algunas de de sus películas. Antoine salvo la «catastrophe» de un mediocre técnico como Deschamps, que había preferido a jugadores obedientes antes que la personalidad de Antoine o la exuberancia de Pogba. Se salvó por la campana, como el otro día Del Bosque. Pero no son comparables ambos triunfos agónicos.
Francia no mereció ganar y menos en el último minuto. Porque Albania siempre dio la cara, tuvo personalidad, movió el balón y zarandeó cuantas veces quiso a un equipo galo sin personalidad, al pelotazo, insufrible, en una primera parte que le debería dar vergüenza hasta el mismísimo presidente francés, escondido en el regazo de Ángel Villar, mientras que miles de francés cantaban La Marsellesa, inútilmente, en la misma Marsella.
A mucha gente nunca le ha gustado la letra violenta del himno francés. Desde Victor Hugo al «reggae» de Serge Gaingbourg. Dados los golpes terroristas, un poco de altivez nacionalista no le venía mal a un avasallado país francés, que no levanta cabeza. Deschamps es un sinónimo de la actual estado de caos y miedo. Pues, bien, Deschamps, que se ha equivocado con Valbuena, con Benzema y hasta con Pogba y Griezmann, salva la cara de pura suerte. Francia vivió con él un nuevo revés. El otro día con un jugador olvidado de la isla Reunión y, ahora, gracias al jugador de Simeone, a centro de otro jugador de la Liga española como el sevillista Rami. Y se creerá un genio este torpe técnico de fútbol, que sólo quiere centrocampistas defensivos, como era él mismo jugando al fútbol.
La historia de la selección albanesa es la historia de una gran película. Gianni De Biasi debe sentirse orgulloso, a pesar de las tragedias con los suizos y los franceses. Buscar por todo el mundo a los futbolistas albaneses del alma es la canción más preciosa de los últimos años del fútbol. No me imagino ni a Deschamps ni a Del Bosque realizar semejante hazaña. Un país como Albania, que siempre ha sido el trasero de Europa , ha vibrado con intensidad en Marsella y ni siquiera la condena de un himno belicoso como La Marsellesa le ha empobrecido o le ha sugerido el miedo. Albania es un ejemplo para el fútbol. De Biasi lleva cinco años en un ejercicio ejemplar. Es un gesto que merece un aplauso .
Mientras Europa se estremece ante los bárbaros de los «hooligans» ingleses, rusos, checos o de donde sean, los turcos se anuncian que llegan con cuchillos. Es un mundo retorcido por la incitación a la violencia, como el himno francés.
¿Se atreverá la UEFA a expulsar a Rusia? Con Villar de presidente en funciones, como Rajoy, no se atreverá. Pero alguien debe poner punto final a esta locura de bárbaros que dicen amar al fútbol. Jamás Europa ha estado en manos de semejantes bárbaros, justo desde la caída del Imperio Romano. Es como si viviéramos la caída del imperio europeo. Igual.
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