ATHLETIC DE BILBAO O 1 REAL SOCIEDAD
Modesta, humilde y justa victoria de la Real Sociedad, en una final que ha durado un año y que ha sido pobre, mediocre y aburrida futbolísticamente, sólo defendible por el ardor y la tensión durante la fiebre de una lucha fratricida entre los dos gigantes del fútbol de Euskadi.
La Real ganó porque tuvo más compromiso con manejar, organizar el juego, con sentido vertical.
Marcelino sin pan ni vino. Ni pan para organizar ni vino para atacar. Quizá ha jugado excesivamente a “creerse ese mirlo blanco” que necesitaba una crisis pantagruélica del Athletic. No ha podido llegarlo a ser mirlo blanco , aunque su Supercopa, le investía como “el príncipe del Athletic”. Ahora tiene otra final, pero esta vez el Barcelona querrá una venganza.
Con cierto “paletismo” en el juego hay que reconocer que la final no tuvo ni una sola clara ocasión de gol. Ni siquiera cuando la Real jugaba mejor a la pelota, con ese sentido del tiqui-taca, quizá un tanto reaccionario, fuera de fase del actual vandálico y taquicárdico.
No se puede jugar con Muniaín y Raúl García, dos jugadores tan definitivos para crear el “maná” del gol, tan alejados, tan perdidos a muchos metros del área. Quizá Marcelino pensó que siempre habría una contra mortal de Williams, pero eso no ocurrió ni en una sola ocasión. Demasiados metros y demasiado atosigados los bilbaínos por una circunstancial presión posicional donostiarra.
El problema de la Real es que el sueco Isak no hace un gol ni a la aurora boreal de su país nórdico. Oyarzábal no es el goleador definitivo. Y, en fin, al menos ese veloz Portu provocó que volviera a Iñiko Martínez otro soberano ridículo. A veces, Iñiko me parece un suicida del área. No controla con coordinación sus entradas. Provocó un absurdo penalti el otro día con la selección y volvió a determinar que su equipo perdiera la final. Incluso, Estrada fue demasiado benévolo y le perdonó la expulsión que se merecía. El Athletic, cruelmente dicho, perdió por otro suicido de Iñiko Martínez.
Estratégicamente, en un córner de La Cartuja sevillana, con la cámara enfrente, se podía leer, “gogoaren indarra”, es decir “cantar el himno bilbaíno», en el que se canta: ”el tronco del viejo roble, ha florecido de nuevo”. No, no pudo ser. El tronco se torció al menos en Sevilla, quizá por el poder del nombre del rival. Real es afín al rey, aunque sea una copa. Un génesis de nombre donostiarra que proviene del rey Alfonso y su devoción por San Sebastián. La «Real» Copa del Rey.
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