ALEMANIA | 1 | 0 | ESPAÑA |
No quería escribir sobre la crónica negra de una selección de ilusión de esperanza del fútbol español. No queda más remedio, tras la frustración de ver como en la batalla entre la sangre joven roja de los glóbulos rojos de la selección española y la sangra joven blanca, de los glóbulos blancos, han podido más los blancos , como si fueran inmunes a cualquier enfermedad en el juego que le hubieran proporcionado los nuevos ídolos españoles como Llorente, Asensio, Saul, Ceballos y compañía.
Los alemanes tuvieron claro que sólo había que correr como posesos y hacer infinita presión a unos jugadores que mayoritariamente eran superiores técnicamente. Alemania apareció con armas pesadas, “panzers”, tanques incluso muy rápidos, fuertes, incansables, mientras que la selección de Celades parecía una tropa con fusiles de asalto o granadas para poder destrozar a las armas pesadas germanas.
El fútbol es físico también. Y los alemanes ejercieron una presión asfixiante, insoportable que sufrieron sobradamente Saul, sobre todo, rodeado de tres “panzers” y Ceballos. Casi inutilizados el corazón y el alma de la sangre española ni siquiera llegaba el riego al cerebro ofensivo de los grandes jugadores hispanos. Y Alemania aguantó sin cansancio hasta el minuto setenta, por lo menos. Una barbaridad. Su potencia física arrasó, aunque tiene jugadores formidables también como Arnold y , sobre todo, Weiser.
Hay también el exceso de publicidad y propaganda en la selección española. La prensa es maligna cuando ya quiere comparar a Ceballos con Iniesta, Asensio con Zidane y Saul como Beckenbauer. Es una presión excesiva y la selección no ha llegado fresca a la final.
Si me preguntan les diré que el gran inconveniente es que hay una desproporción perniciosa entre la retaguardia y el arte hacia adelante. Ese arte tiene miedo de la retaguardia, con una defensa endeble, donde Vallejo no puedo optar a ser un central del Real Madrid. Le hace falta estatura, cuerpo y técnica, incluso. Me encanta Deulofeu, pero llegó sin frescura y se regatea él sólo. Y eso que el sostén, el eje y la fuerza es de Marcos Llorente, un jugador absolutamente asombroso física y técnicamente. Sobrepasan poco de los veinte años y todavía el físico de los españoles no es el de la maquinaria pesada germana. Un selección que ya acompasa fuerza y técnica, como en la mejor época teutona.
Tristeza, pero hay que dar las gracias a unos jugadores que en Polonia, con su sangre joven, volvieron a rejuvenecer al fútbol español.
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