INGLATERRA | 2 | 1 | DINAMARCA |
Inglaterra también es vulnerable. Perdió la virginidad con Dinamarca en portería. Gestionó mediocremente el sistema ofensivo, la rotación imperfecta de Mount, Keane y Sterling, y tuvo la sorpresa del que el jugador de la Sampdoria, que la pega como nadie, es decir, Mikkeel Damsgarard, le metiera el pánico del «Frenzy» de Hitchcock.
El problema de Dinamarca es que con con Hamlet o sin él, el equipo no tiene suficiente juego para hacer un gol en jugada. Aunque los ingleses de Southgate también demostraron una patética precariedad, rayana en en la perversidad, dada la grada de Wembley, hambrienta con tres leones en los corazones de los “supporters”.
Hay que significar que los “tres leones abusaron de los daneses en Wembley” con un penalti manufacturado por una jugada shakespeariana de Sterling, acostumbrado a embestir hasta la portería hasta que alguien tenga la estúpida intención de sólo acariciarle. Es una jugada esperpéntica, repetida en el City, cuando Guardiola le gustaba, ahora se ha cansado de su santificada individualidad.
Es decir, que la gran Inglaterra, en su casa, como en una noche de verano, ganó de penalti misericordioso, melodramático, casi teatralizado ante una Dinamarca que siempre supo ajustarse circunstancialmente a una buena distribución táctica en el terreno de juego, que demostró que Inglaterra se le pueden dormir a los tres leones del escudo con paciencia y velocidad.
Del país del fútbol, tal como se entiende en la actualidad, no tengo la seguridad que los leones se coman a los italianos como si estos fueran carne comestible para el circo de Wembley.
Tengo mentalidad de “tutti fruti”, porque creo en Insigne, Immboli y sobre todo en Chiesa, que no van a ser precisamente monjes daneses domesticables. Habrá final. Indiscutiblemente. Mal enemigo es Italia, a menos que Wembley sea un cementerio preparado por la UEFA para los italianos.
Lo más terrible es pensar que Inglaterra gane la Eurocopa en el año del Brexit, cuando desprecian a Europa y que el rufián Boris Johnson levante la copa para reírse de Europa.
Sería un ejercicio de humillación, un gesto absolutamente deplorable del mezquino Ceferin, que ha preparado en el año del Brexit una sede final en Wembley. Asqueroso, repugnante e inaceptable para el viejo continente. Pero es juega al dinero.
Creo en lo milagros del Vaticano del fútbol italiano. Ese espíritu que habla con el campo y con Dios con una maravillosa imaginación de los mejores tiempos romanos. Al final, los italianos también inventaron el “calcio”, otro estilo del “football”.
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