Odio estos partidos de entrenamiento, que no sirven absolutamente para nada. Son como manchas de galipote en el mar del fútbol. No le sirve al pobre Sporting, que ha sido el peor equipo que ha pasado por Chamartín esta temporada. Ni le sirve al Madrid, que, en un estúpido entrenamiento, ha sufrido la enésima pérdida de Bale y otro contratiempo con Benzema.
Al galés le ha mirado un tuerto en el Madrid o alguien le está haciendo vudú directamente, desde que llegó del Tottenham. Se produce un stop en el momento en que mejor estaba jugando, como en la temporada anterior. Y se vuelve a romper por una musculación que no está acorde con su potencia física. Más que un problema físico se trata de un problema de entrenamientos. Los problemas del sóleo se producen en cuanto hay combustión de partidos. Pero ahora no los había. En fin, la «maldición del galés» es algo tan impredecible como la maldición de la «momia».
En los 20 primeros minutos de juego, el Madrid hizo una exhibición de calidad. Pero, claro, con un Sporting que ni presionaba y encima era un desastre táctico. En esos minutos, los jugadores del Real Madrid dejaron bien latente que ellos solos eran los que se habían cargado a Benítez. Parecían como la «carga de la brigada ligera«, contra un supuesto enemigo carcomido por el miedo.
Con la desaparición de Bale, el Madrid perdió la chispa y quien me lo desmienta prevarica. El Madrid pasó a ser el equipo anodino, horizontal, hundido, estúpido, muy parecido a muchos de los segundos períodos con Benítez. Así que a mí, desde luego, no me engañan . Ni la química de Zidane es el elixir de la calidad ni nada que se le parezca. A este «soberbio equipo de Zidane», como ya dicen algunos, habrá que verlo, primero, con la Roma y, luego, con el Atlético y el Barcelona. Y me temo que, por estructura de equipo, poco cambiará la sensación blanca. Mientras exista un Kroos que nunca se entera, con Modric en plan «guadiana» y un Isco que es una vergüenza cómo siempre juega de espaldas a la portería y cómo ralentiza el juego blanco, jamás aparecerá la panacea del éxito. Me temo que no. Los milagros no existen en el fútbol. La suerte, sí.
Más que nunca este equipo está en manos de los jugadores, de los caciques del vestuario. Sólo ellos tocan la campana para empezar el trabajo, cuando les conviene. Ronaldo olió la sangre de un equipo herido. Pero sigue con los gestos egocéntricos y condenables como la patada que le dio a Cases sin venir a cuento. Y todo ello sin hablar de Jesé, con kilos de más, falto de forma e impresentable. Si va a ser el sustituto de Bale, mal lo llevará el Madrid. Claro que es peor con James e Isco, insoportable con la lentitud de su juego. Estas goleadas me recuerdan a los regalos o baratijas del Capitán Cook al rey de Tahití. En recuerdo a David, ¿dónde estamos ahora?
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