REAL MADRID | 4 | 2 | BAYERN MUNICH |
Es casi imposible pedirle algo más a un partido como el que protagonizaron Real Madrid y Bayern. Una contienda de leyenda, que se recordará en muchos años. Seguro. Cuando los dos equipo juegan con pasión, con identidad, con calidad en el ochenta por ciento de las ocasiones, cuando se dejan las entrañas y se limitan a sonreír al diablo cuando se ven perdidos, entonces eso es fútbol. El mayor espectáculo del mundo. Por el que ese puede pagar hasta mil doscientos euros por una Tribuna, como hizo un alemán. Nada se le parece a este espectáculo , que podría haber sido diseñado por las enormes producciones de Cecil B. de Mille.
Me dirán que el Bayern acabó como un equipo de viejos, que el Madrid se encontró con el enorme error de Vidal para que una vez más el Bayern se quedara con uno menos, pero ni Hitchcok hubiera escrito un guión tan de “psicosis”, tan de suspense perpetuo, como de ciento veinte minutos.
No soy enemigo de reconocer en justicia lo que sucede. Zidane se está doctorando. Nada más que vi la primera tarjeta amarilla del chileno, el volcánico chileno Vidal, pensé que el Bayern podría caer una vez más en la trampa para fieras, como ocurrió en Munich con Javi Martínez. En el descanso de ese Madrid retóricamente defensivo, al estilo italiano Lippi de de Zidane, pero escondido como alimaña peligrosa, pensé que Vidal era la clave de la eliminatoria.
Y bien que Zidane lo supo en el descanso. Debió decirles a todo que Vidal era el objetivo. Lo intento primero aparatosamente el magnético Casemiro. Luego, Isco, pero de espaldas, hasta que finalmente picó. Pensé antes que con el gol de cabeza, manufacturado por el imán Casemiro, iba a ser suficiente. Pero siempre aparece Ramos oportuna o inoportunamente. Esta vez fue con la moneda en cruz. Finalmente, cuando ya no lo esperaba, apareció el milagro Vidal y ya no hubo partido.
Ronaldo engrosó su leyenda con tres goles, el decisivo, su segundo tanto, en fuera de juego, igual que el tercero, le regalaron dos tantos de los tres, pero con su sorprendente aguijón de gol, que es lo que carece a veces Messi, ha entrado en la leyenda de la Champions. Como el Madrid, es un jugador que le gusta la épica.
No puedo eludir el fenómeno Marco Asensio. Hace dos años ya sabía que era un aprendiz de brujo, una poesía completa, bellísima para dar ser un recital continuo en un campo de fútbol. Una vez más apostó bien Zidane. Jugó con los jugadores rápidos, que es lo que no daban ni Benzema ni Isco. La salida de Lucas Vázquez y Marco Asensio fueron decisivas. Zidane acertó de pleno, aunque la sombra de la expulsión de Vidal alargue la sombra de un Bayern rabioso, que terminó como un boxeador sonado.
James es el olvidado. Una vez más se pierde en el limbo de su propio laberinto. Ahora ya sólo falta saber quien acudirá más cansado de los dos reyes de la Liga al próximo domingo. Porque la verdad, jamás ví correr tanto a Modric, a Kross, a Isco, a Marcelo, a Casemiro. Los titanes de un Madrid titánico. Encima con la emoción de no conocer lo que iba a pasar. El mejor suspense del mundo.
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