EN LAS PUERTAS DEL INFIERNO

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A Zidane no le queda más remedio que dimitir o dimitir. El Madrid ya ha llamado a las puertas del infierno, con un juego retrógrado, lento, tortuoso, con una estrella como Ronaldo que recuerda a la de Billy Wilder en “El Crepúsculo de los Dioses”. Tampoco se puede ya esperar nada de nuestro “domador de tortugas” favorito, que que se ha convertido en un personaje patético, que culpa a cualquier pájaro como de mal agüero que vuele en sus cercanías para echarle la bilis de sus males, que no son otros que su orfandad intelectual con el fútbol, su absoluta falta de imaginación, pero que durante año y medio le sirvió para ser un gran relaciones públicas con sus jugadores. Y morirse de gloria o inmortalidad.

Pero estos ya no le hacen caso. Saben que sus consejos son mediocres, desconcertantes. La última “boutade”, en el lance con un discreto Villarreal, fue cuando sea le ocurrió quitar a Bale, que era el único que deba la sensación de que podía crear una ocasión de gol o incluso marcar. Lo defenestró y dejó salir a Lucas Vázquez, que no será nunca jugador para un equipo gigante, pero ZZ tenía que premiarle, porque el otro día con el Numancia fue el único que hizo algo.

No sé el futuro si me preguntan que puede suceder en el momento actual madridista. Aunque tanto Florentino como su “valido” Sanchez están hasta las narices de las ideas o despropósitos de Zidane. Se han convertido en rehenes de los éxitos de Zidane. No se atreverán a expulsarle como capitán de un trasatlántico a la deriva y tampoco tiene cierta seguridad de ofrecerles los nuevos fichajes, porque se los han despreciado.


Peor todavía es que el francés sufre de un ejemplo claro y persistente de “Solipsismo”, en su propia creencia metafísica, de lo que él no crea o piensa, no existe. Un estado mental catastrófico, aunque hacer filosofía con este héroe de Bejaia, de Argelia, es como soñar con San Agustín y pretender como aquel niño de meter todo el agua en un hoyo. Es tratar de comprender en una mente el misterio de Zidane y sus frases de que el Madrid no está mal, que es una invención de los trogloditas.

No quiero volver a repetir los pecados de este Real Madrid, en que he insistido durante los últimos cinco meses, mientras soportaba toda clase de improperios por eso “casposos”. El Madrid actual  es un equipo de tortugas, con un sistema que,  sobre todo en casa, haría fracasar al mismísimo dios Di Stéfano. Sin velocidad, sin garra, un disparate táctico que puede llevarle al Madrid al infierno de poder quedarse sin Champion, como este visionario sigue en el banquillo.

Uno reniega de que Kroos, Modric, Marcelo, Varane, Isco, Asensio estén ya amortizados. Pero es como si vivieran en el limbo.

Seguro que en lo único en que piensan en la Casa Blanca es esperar en un milagro repetido, como en aquel mayo del 2006, en que  Zidane dejó el Real Madrid, precisamente en un partido contra el Villarreal, que por cierto no había ganado en el Bernabéu. Zidane podría regalar el milagro de su dimisión, por bien del «campeón del mundo».

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