Como contra el Getafe, el Almería se paseó por Chamartín como un padre que no cree que pueda salvar su casa. La diferencia es que el Barça jugó con los Tres Sudamericanos, que estuvieron bárbaros, y el Madrid jugó con Jesé, Chicharito y un Ronaldo en este año platónico o, mejor dicho, el año de su eclipse por pérdida de su luna o quizá por la desaparición su sol.
No es cuestión de que lleve tres partidos sin marcar, es que ha perdido esa chispa que le hacía ser eléctrico, luminoso ante el gol. Desde hace seis meses no es el mismo Ronaldo. Parece que juega su doble.
Cristiano Ronaldo, durante el encuentro ante el Almería. | Reuters
Por otra parte, el globo de Chicharito se ha hinchado demasiado. No es que el mexicano jugara mal, sino que no todos los días se encuentra uno en estado de gracia. Además, el desgaste de Vigo hace tan sólo tres días, en un jugador con pocos minutos de fondo, pues se tiene que notar.
El caso Jesé es el caso de cómo algunos agentes manejan a los periódicos deportivos. Es un jugador que en su mayor parte ha sido bendecido por una propaganda del estilo del telón de acero. Pero la cruda realidad es que no tiene talento para jugar en el Real Madrid y no quiero ni acordarme de aquellos gurús que reivindicaban su titularidad antes que el "herniado".
En cuanto a los casos de Illarra y Lucas Silva habría que saber exactamente quién dirigió los informes para ficharlos. Sea quien sea está absolutamente condenado a los infiernos. Gastarse casi 70 millones de euros en esa rémora es como chuparse sólo el palo de un bombón helado.
Me decía un madridista que con todo el dolor de su alma prefería el fracaso en Sevilla y Turín antes que ver todavía a Ancelotti paseando como alma indolente por la zona técnica del Madrid. Lo cierto es que el equipo ni aún en entrenamientos como el del Almería tiene un plan de juego, una estrategia o que siquiera esté trabajado tácticamente, como se notó en ese saque de banda al alimón en James y Coentrao. Pero eso es repetirme como el mediocre cantautor Manolo García, que siempre compone la misma canción. Todavía no ha encontrado un organizador en el centro del campo y, por supuesto, con ese nivel de trabajo y de exigencia los jugadores le vitorean como hurras al cielo. Ni siquiera el Carletto de Reggiolo nos dio el place de ver jugar, aunque fuera por pocos minutos, a esa joya vikinga llamada Odegaard. Ni siquiera eso.
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