LEICESTER 2 0 SEVILLA
Cada vez que se habla de que el Barcelona piensa en Sampaoli como entrenador, me desconcierta. Llevo tantos años escribiendo de fútbol que he llegado a comprender hasta el absurdo. Pero la ecuación perfecta de la memez puede ser infinita. No me deja de sorprender.
El Sevilla actual perdió la Copa por un planteamiento ridículo, excesivo de Sampaoli en Chamartín. El Madrid le metió tres goles. El Sevilla ha perdido el camino de la Champion, porque el técnico argentino, uno de los personajes que deifican a Guardiola, Bielsa y demás profetas del toque, ha vuelto a meter la pata en Leicester, con esa mentalidad de poesía en el fútbol, que es un desastre cuando el rival no escenifica estrategias oblicuas, sino todo lo contrario, un juego directo, a oleadas y al menor toque posible. Hizo todo lo contrario de imponer una misión de juego de profundidad. Cuando Sampaoli quiso de dejarse barroquismos ya había perdido la eliminatoria, expuesto a cualquier rayo azul de electricidad del nuevo Shakespeare del fútbol inglés.
Claro que todo ello me resulta fascinante. Es alucinante como el pobre hombre Lillo todavía puede amansar a las fieras de la crítica, con ese vocabulario torticero de perdedor. Lillo es el ejemplo vivo de una buena frase de Di Stéfano que decía “Jugamos como nunca, perdimos como siempre”. El típico “loser” de las películas de cine negro. Lo malo es que como ayudante de Sampaoli ha ennegrecidos aún más una eliminatoria que el Sevilla jamás debió perder.
En Sevilla jugó frente al increíble campeón de la Premier en estado catatónico. Hasta el caso es que se limpiaron tras ese partido al verdadero mago que había ganado el título, el gran Ranieri. Pero el “king power” del negociante del “duty free”, el sospechoso tailandés, que se ha hecho rico, porque era el favorito de un primer ministro del reino de Siam, es decir el delirante Vichai Srivaddhanaprabha le pagó con el despido. Aún así, el Sevilla ganó por la mínima un lance fácil, por no ser más directo y menos obtuso en su juego.
En Leicester, el Sevilla, maniatado por la esencia de un juego que es como una “cookie” muy favorable al fútbol directo inglés, casi hizo el ridículo. Impotente, sin profundidad, sin velocidad de balón, sin imaginación ante una defensa “blues” del “king power”que es todo menos un “rey defensivo”. Además, no se pueden desperdiciar dos penaltis en una eliminatoria. Lillo debería decidir quien no debe ejecutar los penaltis. El Sevilla ha fallado media docena.
Es una pena que el “brexit” sevillista haya llegado ante un equipo muy inferior, con jugadores de segunda caña, mendigos del juego como Vardy. Pero, amigo, “brexit is brexit”, de la mano de un argentino, que como casi siempre, creen que inventaron el fútbol. Pero resulta que fueron los ingleses.
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