Prácticamente, el subcampeón de la Champion ha asegurado su clasificación para los octavos de final. El PSV no parece que pueda ganar en el Manzanares. Gracias a Saul que se le encendió su bombilla en un partido grueso, trabado, barroco, que acabó con la buena magia del “cholismo”, que ejercita la teoría de ganar con un sentido muy estricto de un fútbol defensivo, rácano y poco vistoso.
Pero el éxito es ganar, aunque se juegue mal. Es un silogismo del “cholismo” llevado a su máxima expresión. Pero, francamente, el arranque de este Atleti no me gusta. He visto todos sus partidos, menos el de Leganés. No es el Atlético de otras temporadas. No tiene la certidumbre de los pasados años. En Vigo, el resultado fue un escándalo, pero tramposo. Debió perder en el primer tiempo. Y en Eindhoven, más de lo mismo. Ha vuelto a ser un equipo frágil, sin la consistencia de otros años. Le cuesta una barbaridad hacer un gol. En todos los partidos. Incluso con Griezman y Gameiro, que son goleadores natos, pero no son los jugadores interesantes para el contragolpe del “cholismo”. No son lo que quiere Simeone. Y se nota mucho.
Pero hará mal Simeone -no creo que se atreva- echar la culpa a los fichajes, porque si su Atleti le cuesta una enormidad hacer un gol, es por su sistema, su rigidez defensiva, absolutamente soterrado ofensivamente.
Además, con la precariedad de que Godin ya no es Godin y el jugador clave Gabi está en un declive tácito. Luego, el argentino Gaytán ni es centrocampista ni delantero. En realidad, no sabría donde ubicarlo. Simeone, tampoco.
Me temo que haber perdido la segunda final de la Champion, realmente, ha cerrado la historia de Simeone con el Atlético. A partir del fracaso de Milán, ni siquiera el técnico argentino tenía gana de seguir. Tiene razón. El ciclo se ha acabado, se ha consumido como dos velas en Lisboa y Milán. El Atlético necesita una nueva vía y Simeone una nueva ilusión. Tiempo al tiempo.
Todavía queda ese bimotor único del sistema del “cholismo”, su competitividad, su vergüenza, pero ya no hay la ilusión de otros años. Y se nota. Otro equipo, con lo que le ha ocurrido al Atlético, hubiera entrado en un depresión cabalgante. Ese es aún la llama de un hombre que no quiere perder. Esta valentía nubló la visión de un mal árbitro como Martin Atkinson, que anuló un gol vital en los primeros lances y tampoco supo pitar otro penalti de Godin poco después. Phillip Cocu ha dicho que ha sido un robo. Tiene razón. Pero tampoco su PSV supo encontrar el siempre difícil camino del gol y es imperdonable para la Philips que Guardado tirara el empate en un penalti.
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