VILLARREAL | 0 | 2 | ATLETICO DE MADRID |
Hay una frase que a Simeone le encanta. Sonríe: el enemigo odia la sonrisa. Tanta propaganda vacua, dada la prepotencia a de los dos grandes del fútbol español, que se decían a tiro, a tres puntos del líder y resulta que tras el pragmático e inteligente triunfo rojiblanca, se caen a los seis puntos, que pueden ser nueve, con el Atlético con un partido menos. Koeman y Zidane lo tienen en arameo, porque sabemos que ellos también van a fallar.
En la tierra de la porcelana, tuvo conciencia de que tenia que demostrar que tomar la primera línea del liderazgo es vital cuando hay peligro. Es entonces cuando el rival teme. Y se resuelve en su impotencia. Algo así se decía en el fútbol antiguo.
Resulta que un jugador que no es el favorito del “cacique” Simeone, el imprescindible Joao Félix le salvó una vez más de sus miedos y perversiones terroríficas. El “líder” jugó una segunda parte espantosa. Miedosa, paralítica, francamente vergonzosa.
Los últimos quince minutos fueron de equipo pequeño, minúsculo y sin recursos. Acurrucado como un animal, que se dejaba en pensar que Oblak ejerciera los milagros. Desde ese punto de vista, el Villarreal hizo un partido agresivo, beligerante, pero cuando no entra el balón, el cielo se apaga, no hay estrellas ni recursos. Una Emery es un técnico que no tiene suerte en los momentos decisivos. Es su estigma.
El Atlético de Madrid del primer período, con Lemar en penoso proceso de ser el arquitecto del equipo, por lo menos tejió sinuosos caminos hacía el gol. Lo encontró en un milagroso disparate, con un remate de Savic. A partir de ahí, como es costumbre en Simeone, el Atlético dimitió de la posesión, de sentido de liderazgo, con la excusa de que siempre se produciría un segundo gol milagroso. El gol de “mininho”, que se aprovechó de un terrible fallo de Pau Torres, un central excelso, el mejor de nuestro país.
Es posible que la ausencia de Alcácer condicionó los metros que precisa Gerard para contribuir a los goles de su equipo. Pero Gerard no es santo de mi devoción y muchos menos le veo un crack, aunque le pise los talones de Suárez, que por cierto empieza a tener miedo de no marcar.
El uruguayo tuvo dos ocasiones mollares y en una no estuvo efectivo al tirarla por alto, en vez de hacerlo pro abajo, que es su carácter como asesino del área. Y, en la segunda, dominado por su duda no decidió, tuvo miedo a un gatillazo y prefirió un taconazo absurdo.
Quizá ese sea el motivo real el profundo túnel que le hizo perder siete puntos en las últimas jornadas. La carestía de Luis Suarez, emplean cuaresma. Sin gol uruguayo no hay Atletico, aunque Joao Félix fuera el “niño bonito” de un partido que tiene como beneficio rojiblanco el envenenamiento de los contrarios, con estricnina del fútbol, porque son los puntos los que reducen a los enemigos, relegados a depresiones difíciles de recomponer.
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