Un domingo más, sin fútbol, si la pasión por unos colores , la cruel abstinencia promovida por un virus que tiene instinto asesino. Y que desde luego odia a los que amamos el fútbol. Aunque con mi absoluta rendición, la suerte de salvar la vida es infinitamente más poderosa que la droga del balompié.
Ya sé que el fútbol es más que un hábito. Le da a nuestras vidas un ritmo imprescindible que apenas notamos. El sábado y domingo hay partidos de Liga. Los martes y miércoles por la noche, en esta primavera ,iban a ser noches de la Liga de Campeones. Mayo y Junio es cuando se ganan los títulos y luego hay un paréntesis que nos parece inaceptable , hasta que llega Agosto y volvemos a inyectarnos nuestra droga favorita, tras la estúpida abstinencia.
¿Cuando volverá nuestro fútbol?.¿Cuando regresará “El Cortador del Césped”?. Todos tenemos la oportunidad reflexionar y, finalmente, preguntarnos cuándo volverá nuestro juego favorito .Pero puede suceder que cuanto más dure esta maligna espera , cuanto más se caiga, más nos alejaremos. Las rutinas cambian, los intereses disminuyen. Tal vez salgamos más acostumbrados al aislamiento, más recelosos de las grandes multitudes. Tal vez apreciaremos aún más esos maravillosos tiempos en familia.
Eso no quiere decir que el coronavirus vaya a ser el final del fútbol. De ningún modo. No me lo trago . Aunque sospecho que tendrá un impacto brutal , que aún no podemos discernir. Para la mayoría de nosotros, será un ejercicio de nostalgia , más imprescindible a medida que pasen los días, las semanas y los meses.
¿Hasta cuando?. Sólo un antiviral o quizá una vacuna nos hará regresar a nuestra droga favorita. A casi todos nos encantará el verde de un campo de fútbol, lo grande que es un estadio, lo hermoso que puede ser un gol. Hasta el marco donde entra la pelota , el sonido de la red, la fracción de segundo de silencio antes de una erupción de alegría o desesperación. La mayoría de nosotros volveremos, tan pronto como podamos, tan pronto como sea seguro. Pero algunos no lo harán. El fútbol es un hábito, y los hábitos de las personas también cambian, tristemente.
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