Me canso y me canso de denunciar que mientras el fútbol español esté manejado por la mano del dictador Villar, el Barça siempre será campeón de liga por decreto. Es ridículo que año tras año, en el campeonato nacional, el Barcelona siempre sea el campeón, cuando en el campeonato de Europa, normalmente, se queda en los cuartos del final.
Villar, Gaspar, Sanchez Arminio, impulsan por decreto el éxito del Barcelona, mientras que el club juega con su “independncia». ¿De lo único que presume?. ¿Su título nacional?. El título es más perverso que el diablo Robert de Niro en la diabólica pelicula “Angel Heart” de Alan Parker. Un “corazón de ángel”, no. Un corazón del demonio.
El último robo en Barcelona ha sido más pestilente. Surrealista. Ese tramposo natural de Luis Suárez le hace falta a Varane y, Messi, marca. Hay un penalti a Marcelo clamoroso y no lo vio el árbitro canario, disminuido y vilipendiado por un público que le tenía condenado como a un reo de garrote vil.
Lo más grotesco es que los jugadores del Barcelona, tras el robo a mano armada, celebraban el empate, como si hubieran ganado la Champions, mientras flameaban las banderas independistas, aunque las tapó todo lo que pudo el Goebbels Roures de los nacionalistas. Era de risa ese Piqué brincando, como si de un gran triunfo se tratara.
El triste y pervertido equipo que ha creado Valverde, en plena efervescencia, y soberbia por los dos títulos conseguidos, creyó que el Madrid era un simple vasallo, al que había que aplicarle el derecho de pernada. Cuando descubrió que el vasallo era un señor del fútbol, un equipo muy superior, ese pavo real azulgrana, que estaba siendo desplumado por un Real Madrid muy superior, creyó que había que parar el partido, “resetearlo», convertirlo en algo diferente. ¿Cómo?. Pues con las caries de los dientes de Suárez, que volvió a ser un delincuente futbolístico. Mintió sobre un codazo inexistente de Sergio Ramos y el Barcelona se fue a a la guerra, porque se vía empequeñecido. Era una buena coartada para disminuir su inferioridad supina. A partir de la gran mentira de Suárez, como siempre, un jugador que debería estar ex-comulgado hace años, provocó la ira de su gran amigo Messi, que recibió un justo castigo, por su criminal entrada a Ramos, que ni siquiera era comparable a la de Bale. Por mucho que se agite. Pero una tarjeta amarilla al dios Messi, soliviantó más al público, a la soberbia del campeón y le llevó al grave error de Sergio Roberto. Aquí me me empecé a reír, porque los tres “hooligans” azulgrana de Movistar, tras su ninguno inicial blanco, porque no se esperaban la superioridad blanca, empezaron a decir que era una “expulsión” injusta. Incluido esa especie de “ratita de laboratorio futbolístico”, que se empeñaba en condenar a Bale y el galés le dejó al “sabio” en pelotas. A uno de ellos le han quitado su mitra de jefe, pero son tres personajes nefastos incapaces de ver un partido en justicia.
¿Se han dado cuenta que Bale se “transforma” cuando no está Ronaldo en el terreno de juego?. Se transfigura un gigante, con liderazgo, gol y eficacia. Por eso so, me temo que mientras que Ronaldo tenga su corona, jamás ni Neymar ni un nuevo dios a lo Maradona revivido, podría tener un lugar en el sol, que es propiedad de Ronaldo inequívocamente. Encima el galés, por orden de Zidane, le redujera a lateral derecho durante cincuenta minutos, por la perversa intención de tapar a Jordi Alba, que fue sólo crepúsculo con el galés por delante.
Decía “La divina Comedia” del divino Dante que “la envidia es un pecado de los propios bienes conseguidos, pervertidos por el deseo de privar al enemigo los que parecían que era suyos.”. Un invicto robó su gloria, que pasa a ser lo que es: un liderato promovido por una dictadura futbolística.
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