Hacía años que no veía a la selección española jugar con tanta solvencia, calidad, precisión y valentía. Puede que el último fuera aquel gran partido frente a Italia, precisamente en la última final de la Eurocopa.
Con el triángulo azulgrana en la retaguardia, con los formidables Piqué y un increíble Bartra, más el tacticismo de Busquets, la selección degradó a una selección inglesa, demasiado timorata, reducida a la táctica por el viejo rockero Hodgson, que tuvo pánico de la fama española.
Con la presencia de los laterales, con un solemne Alba, un celestial Iniesta y un soberbio Cesc, lo único que defraudó fue Diego Costa, en insalvable bajada a los infiernos y Alcácer, que es el típico jugador sin personalidad, con los que tanto disfruta el Marqués. Con el estancamiento de Costa y Alcácer, el partido parecía que se iba como el agua clara por el sumidero. Pero, entonces, apareció la suerte del Marqués. De un excelente pase de Cesc, el extraño lateral derecho que es Mario Gaspar se sacó un milagro en forma de golazo, como si se tratara de Van Basten en posición de gol. Increíble.
Inglaterra perdió los nervios. Se fue hacia arriba, sin cabeza, con un fatal Sterling, un Kane que no se parece en nada al del año pasado y un Barkley que juega demasiado lejos del área. Entonces, a otro inglés, el mago Cazorla, se le ocurrió matar a sus anfitriones.
Es curioso que los «anglófilos» fueron los que sentenciaron a los «Tres leones» ingleses. Pero es que Del Bosque jugó con un equipo poblado de Premier. Desde Azpilicueta, al final, pasando por Cesc, Diego Costa, Cazorla, Pedro y Mata. Y casi Piqué, que hizo un partido de pitos soberbio, recordando su paso por el Manchester United. Hasta Casillas, como exiliado, se unió a la fiesta del aniquilamiento de una selección inglesa que sencillamente no jugó, perdida en un partido de niebla y oscuridad.
Es una gran decepción para una Inglaterra que parecía salir de la larga cueva en que se había metido durante los últimos años. Una selección que con Rooney y Gerard ha sido siempre una constante desilusión. Pero ni Hart, ni Carrick, ni Barkley, ni Sterling, ni Kane parece que sacan a la vieja Inglaterra de la oscuridad futbolística. La lección española es como Trafalgar, pero justo al revés. Enhorabuena, Marqués. De corazón. Y esperemos que los «heridos» de Alicante, es decir, Thiago, Iniesta, Busquets… se hayan salvado de la enfermedad FIFA.
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