HUESCA | 1 | 2 | REAL MADRID |
Una vez más su guardia pretoriana francesa y algunos jugadores que prefieren el “método ZZ” de no trabajar mucho, vestir sibilinamente como millonarios, han vuelto a proteger a Zidane, que no es más que un problema en las actuales estructuras del Real Madrid, angustiado por la crisis.
Pero peor ha sido comprobar como lo ha logrado, en dos rebotes, con mucha suerte y con un Huesca que pudo sentenciarlo en varias ocasiones y se salvó con los largueros y el “hechizero” de los palos, Courtouis, que también habla francés. En eso se ha reducido la “salvation army” del técnico.
Es patético el “valdanismo” cuando trata de salvar al pobre Vinicius, después de haberle promovido como el nuevo Neymar. Asensio es como una traca que no explota. Menos mal para los blancos que el gafe Marcelo entró y el Madrid no perdió, como me decía una madridista.
El Huesca hizo un partido al límite, pero es un firme candidato al descenso. No tuvo suerte y no parece que la vaya a tener, a pesar de ese gran ariete que es Rafa Mir, que apareció como un gran gato sin uñas, pero estaba en plena angustia de jugar como un Robinson Crusoe del área. No tuvo suerte el Huesca en los momentos claves. Es oficio del débil el que va a remolque y se tropieza con un grande con suerte.
En cualquier caso, a plaga se llama Zidane. Ha gafado hasta el talismán Sergio Ramos, que no ha tenido más remedio que irse al quirófano, en plena pandemia y lucha por su continuidad. Se ha quedado sin argumentos.
ZZ tiene a la mitad del equipo lesionado, con ese preparador físico que es una calamidad. Se ha cargado a Bale, James, Ceballos, Reguilón, Odegardd, Achraf, Brahin.. No le gusta nadie. Salvo sus franceses, que son los que le salvan de la horca. Hacía un año que no metía un gol Varane y ahora le salvó el cuello con dos goles, de retrueque y de milagro. Tiene como estrella a su francés de origen argelino, como él, un jugador como Benzema, que es un pacifista del área. Puede hacer muchos goles, pero siempre perdona no vaya a matar a alguien.
En plena catarsis blanca, este entrenador va y se reivindica como un decadente cacique en rueda de prensa, con el peor de los pecados capitales: la soberbia. Atropella a los periodistas casi con ataques ignominiosos. Como en “su paraíso perdido” dice que el pecado es de Lucifer, como si él no ejerciera en el personaje.
Su intervención fue un modelo de vanidad, de presunción, de egocentrismo, como si fuera el propio dios del fútbol. Quizá pase por un trastorno narcista, en su rabioso amor al poder. Una enfermedad que llaman filargia.
Por supuesto que no va a dimitir. El Madrid para echarlo le tendría que pagar veinticinco millones de euros. El Madrid no los tiene. Se lo tiene que tragar como sí fuera una plaga, mientras que él asume su personificación del déspota.
La Casa Blanca se consume en la vergüenza, en el raquitismo, en pleno momento estúpido de hacer un nuevo Bernabeu, que o se necesitaba, salva para cultivar el otro ego, el del presidente al que ahora su entrenador favorito lo tiene de rehén, porque no puede echarle, porque no dimite y el club no tiene un euro. Zidane es el verdadero hombre que vendió el mundo madridista.
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